Desde nuestros caminos

MONSEÑOR MIGUEL IRÍZAR: "AQUÍ SÍ HAY FUTURO"

"Este es el nuevo rostro de la juventud del Callao". Monseñor Miguel Irízar alza la voz, emocionado. No puede evitarlo. En Pachacútec, Ventanilla, la juventud tiene un brillo especial. Y se debe a que miran con desprecio la violencia que azota el Primer Puerto en las últimas semanas, donde las amenazas de muerte, insultos, apellidos extraños y calles bandidas se han hecho famosos con la violencia que han sembrado.

El miedo es un fantasma al que deben espantar. En Pachacútec, son los mismos jóvenes los que se atreven a enfrentar a la delincuencia. "¡Queremos paz!", gritan, y monseñor reafirma: "Aquí ellos buscan un proyecto de vida. Quieren estudiar y reforzar sus valores".

Ellos se encuentran en medio del arenal. Entre los cerros están las facultades del Proyecto Universidad Católica Laboral del Callao, impulsado por el obispado chalaco. Allí, los jóvenes estudian administración, electricidad y gastronomía. Se trata de chicos de escasos recursos y de diferentes sectores que buscan darle al Callao, en especial a Ventanilla, un rostro esperanzador.

Un ejemplo de ello es Alejandra Vera y Erick Rodríguez, quienes nos muestran las diferentes instalaciones del centro de estudios y señalan: "Queremos demostrar nuestras habilidades. Tenemos alegría para hacer las cosas. Queremos mejorar, eliminar la violencia". Las instalaciones son modernas. En este lugar cuentan con orgullo que personalidades como Vargas Llosa y Gastón Acurio ya han pisado su terreno. Cada facultad parece una isla en el arenal. Y con el mar de fondo.

En sus talleres hay 550 alumnos. También llevan cursos de computación y vestido, etc. Hay estudiantes de todas las edades, chicos de 18, adultos mayores de 70. "Nunca es tarde para aprender", interviene monseñor. Eso es cierto.

De lunes a viernes llevan su currículo normal, en todas las especialidades. Los sábados llegan a hacer cursos de recreación. Hacen bailes y deportes. Los alumnos de Gastronomía son los más entusiastas. Preparan bocadillos, hacen Pisco Sour. Se visten de blanco. Un caso especial es el de Milagros Narvasta, de 24 años, quien vive en Huaral y a diario se dirige a Pachacútec para estudiar Gastronomía. Describamos su día: se despierta a las 4.30 de la mañana (para un joven de su edad es todo un logro) y sale de su hogar para llegar a las 8 en punto a sus clases en medio del arenal. La mensualidad a pagar es cómoda: 60 soles. En otro centro de estudios esta carrera puede llegar a los 800. Y tienen los mismos implementos que en cualquier otro punto. Cocinas y utensilios modernos. Afirman que al culminar sus estudios podrían trabajar de la mano de Gastón Acurio, quien les brinda su apoyo. Ya les ha donado libros y finos materiales.

Un caso similar es el del popular "Chino", André Zevallos, quien vive en Villa María del Triunfo. La rutina es igual, el esfuerzo el mismo, las ganas de triunfar también. Georgina Pasco no se queda atrás, llega desde el Cercado de Lima.

El Proyecto Universidad aquí en Pachacútec tiene cuatro años. Cuando inició sus funciones tenían 30 alumnos en administración, siempre se buscó formar profesionales y sobre todo personas. Los valores priman en su educación.

La situación en los alrededores es complicada. Hay miseria y no hay suficientes recursos. Aquí la delincuencia puede aflorar, pero todos luchan contra eso.

Ponen la mano y el hombro. Hacen el trabajo. Están en busca de paz. Jóvenes y adultos, ancianos y niños. No importa la edad. Todos se unen en la educación y valores. No quieren más violencia, quieren extirpar esa lacra de Ventanilla. Al culminar, Irízar exclama: ¡Chim pum!... Todos responde con fe: ¡Callao!

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